Dejo aquí un artículo recientemente publicado en la revistilla mensual del CSIF. Reflexiona sobre la educación en la artes y el crecimiento personal, aún posible incluso dentro del sistema español...
“El arte de la expresión no me apareció como un oficio retórico, independiente de la conducta, sino como un medio para realizar plenamente el sentido humano”. Alfonso Reyes.
1. Los obstáculos no insalvables para la educación en las artes.
No es imprescindible pertenecer a una gran ciudad para hacerse partícipe activo de la vida cultural y artística del lugar donde se vive. En las opiniones sobre arte que manifiestan en general los jóvenes, se detecta que desde las instituciones educativas no se está promoviendo eficazmente su implicación directa en dicha vida cultural, -tanto en el ámbito de las artes plásticas como en las literarias, musicales o escénicas-; al menos no lo suficiente. La presencia de museos o salas de exposiciones y la tarea de promoción cultural de los agentes educativos implicados en ello puede pasar desapercibida para el joven que prefiera mirar hacia otro lado. ¿Por qué razones?
Por un lado, los centros escolares situados en pueblos alejados de las capitales cuentan con el obstáculo de un relativo aislamiento y más escasa oferta cultural. La mermada posibilidad para los alumnos de estos centros, de acudir a eventos y espacios de arte de calidad, puede condicionar en principio sus miras e intereses, pero no impide que igualmente logren desarrollar su goce estético e indagar en sus posibilidades creadoras, para después querer ver más, mejor, y hacia nuevos horizontes. Por otro lado, el alumnado inmigrante en proceso de integración social; los alumnos con entornos familiares desfavorecidos,-cuyas lógicas preocupaciones van por otro camino-, o el alumno conflictivo, tampoco están en las mejores condiciones para aprender a mirar el patrimonio artístico de la sociedad en que están creciendo. Pero, además, si en el propio entorno familiar no se transmite desde niños un principio elemental de educación en el amor a la cultura; el esfuerzo de los centros escolares y las entidades artísticas se va a quedar definitivamente cojo.
La escéptica cita de John Ruskin “Ama el arte. De todas las mentiras es la menos falaz”, no debiera poderse leer entre líneas en un aula que pretenda ayudar a los niños en la construcción de su propio universo expresivo, creador y entusiasta. Salvo puntuales excepciones, cuando los niños no comprueban por si mismos el explosivo potencial que la expresión artística supone en sus manos, no relajan lo suficiente su tendencia elemental a identificar el arte como banalidad o ficción excéntrica de unos pocos. No alcanzo siempre con mis esfuerzos para hinchar de curiosidad a estos grandes chiquitos, no lo suficiente al menos para paliar su rechazo inicial, la renuncia comodona, que les hace instalarse en una mirada controlada por los prejuicios, y que les dificulta querer saber más sobre arte. Reitero: tal posicionamiento no lo inventaron los niños. Lo leen constantemente en sus contextos familiares y socio-culturales, lo reciben de forma directa desde la implicación irregular de instituciones y, especialmente, desde el escepticismo generalizado. Su desinterés a menudo es nuestra propia derrota en la forma de ponerles ante un cuadro; en la transmisión de una obsoleta concepción del arte-Arte como mayúscula expresión de lo divino; lo extraordinario y lo aparentemente alejado de su interés, de sus vivencias, de su universo emocional. En definitiva, arte separado de la vida. No tienen el hábito de interesarse por la cultura visual y artística que deseamos ayudarles a conocer, y, a menudo, pese a mostrarles imágenes que pudieran aportarles cosas, (arte urbano, arte hecho por jóvenes...), terminan preguntando "si esto va para nota".
"La superación de estereotipos y convencionalismos" que pretende el sexto objetivo del currículo de la Educación Plástica y Visual no puede llevarse a cabo sin una profunda transformación de tales concepciones elementales en todos los factores que participan en la formación desde la infancia. Los cambios de paradigma no pueden afrontarse desde una sola área, pero la que nos incumbe puede permitirse en su programación abordar el desarrollo integral del niño desde las artes, y desechar los criterios ya gastados.
2. Jugar.
Leonardo da Vinci sabía leer imágenes en los muros desconchados y en la nubes; tejió con los contornos irregulares de una mancha de humedad alguno de sus monumentales mundos propios, que después fueron válidos para muchos otros. Allí donde miraba, aprendió a ver de un modo tan lúcido y apasionado, con tal apertura, que las ideas lo fueron a buscar, lo llamaron para que les diera forma... Cuando sitúo ante mis alumnos los resultados tangibles de las reflexiones del genio da Vinci, y con mi ímpetu les aliento a disfrutarlo: algunos abren sus ojos sorprendidos, preguntan quién fue y por qué, me exigen datos biográficos, fechas que recordar. La tímida artista de la clase se emociona media fracción de segundo y luego se percata de que pareció vulnerable; otro comenta que se compró una postal suya en Florencia. Los demás miran el reloj, se recuestan un poquito más en los pupitres.
De niños muchos construimos mundos a medida y castillos en el aire que se dejaba ser construido. Creo que hace falta volver a ser un poco niño para ver como tal, para recuperar cierta inocencia y volver a aprender a JUGAR entre los pinceles y los lápices. Las artes plásticas requieren del libre juego y ejercicio de las habilidades manipulativas y del goce iniciático de lo sensorial; de un previo espacio limpio de juicios y autocensuras, que permita explorar y experimentar. Las decisiones serias de índole estética y formal no son competencia básica en la ESO, por lo que no puede ser tanto un objetivo la obtención de un gran resultado plástico, sino un proceso de implicación en el trabajo y de autorrealización en la medida de lo posible a través de las artes. Dejando de ser niños se desvanece demasiado el gusto por ensuciarse las manos; por manipular, estirar, retorcer, rasgar, aplastar... Por transformar, en definitiva, un objeto de nada, en un algo.
Seguir meticulosamente la prescripción curricular, y facilitar a nuestros alumnos todos los contenidos recogidos en ella para la Educación Plástica y Visual de 1º a 4º de E.S.O., significa que van a acumular conocimientos, datos, memorizar métodos, conceptos esenciales y otros no tanto, que van a aprender que ese oficio de creador artístico es mucho más complejo y difícil de lo que se habían figurado, y que su vieja manera de dibujar por el puro placer de no hacer otra cosa, no es suficiente. Ahora, además de hacerlo, deben hacerlo bien.
Quizá una dificultad para los profesores de artes visuales radica en haber olvidado mirar con ojos de niño, con mirada menos técnica; curarnos momentáneamente de nuestros filtros de visión estética, de lo bello, lo adecuado y acordado como artístico, lo bendecido por la historia y por la crítica de arte. Dominadas las nociones históricas, el lenguaje gráfico-plástico y visual, las técnicas, los procedimientos, los trucos de los oficios artísticos... si al creador se le olvida el disfrute, el juego... se queda preso en su hábil manejo de los medios. El niño que dice "no saber dibujar", y como modelo y estímulo para su aprendizaje se encuentra con la obra de gigantescos dibujantes o, incluso, si tiene suerte, con la buena mano de su profesor de dibujo; apreciará lo que ve, admirará incluso la habilidad casi mágica de unos dedos expertos, que parecen rayar el papel como si vinieran dictados... Pero esto no va a solucionar su sensación de no saber, de no poder y de no tener recursos para decir nada más que nada, con un lapicero o un pincel.
A medio camino entre asumir ciertos métodos, procedimientos y reglas del juego, y dejar que el alumno dispare con fiereza la expresión de su singularidad creadora, puede encontrarse una estrategia satisfactoria. El aprendizaje desde la experimentación y el descubrimiento da la oportunidad para equivocarse, rectificar o variar la ruta, por ejemplo, en la elección del diseño y composición de una imagen o de una determinada técnica de dibujo (sin saber que ceras y acuarelas se repelen, el alumno se entusiasma al comprobar los curiosos efectos de su mezcla). Este proceso subjetivo e individual no puede afrontarse con libertad si la valoración del profesor está amenazando, a la vuelta de la esquina, con un riguroso plazo o paseando enseguida el bolígrafo rojo de los ceros. El proceso de descubrimiento de sí mismos y la autovaloración se desarrolla más fácilmente en un entorno sensible a sus diferencias, debilidades y logros, y renunciando a manipular sus tendencias creativas a nuestro gusto, hacia el puerto que nos parece más adecuado y que conduce en realidad hacia nuestros propios cánones estéticos. Se puede pedir a un alumno que pinte lo más grotesco y feo que pueda, diciéndole que no tema, que dibujando no hace daño a nadie y que los artistas relevantes también lo hicieron. Pocas veces va a atreverse a hacerlo, no se cree que por pintar feo no vaya a ser sancionado en su nota. Tendemos a poner freno a la expresión de las emociones negativas, cuando, de no aprender a canalizarlas adecuadamente, terminarán saliendo por otro lado de forma menos inofensiva, en cualquier otro ámbito de la vida. Las artes plásticas son un buen vehículo para dar salida a las sombras además de a las luces, y una actitud del docente respetuosa con las creaciones de los niños, un rol de maestro acompañante, que no juez, puede debilitar la autocensura, estimular el crecimiento interior, la expresión de uno mismo.
Por Natalia Gibert Ruiz de la Torre. 2010.
3 comentarios:
Alaa Gibert, Te felicito, no pares de tejer las idea en tu mente y no dejes de ponerlas en practica con el corazón
SUERTE
Dibujar feo MOLA. Un día feo y al otro bonito.
a ti no te sale lo segundo. Dibujas jodidamente bonito hasta cuando lo haces feo. Te están quedando las memorias virtuales alucinantes. Tu recorrido por tu historia artística me ayuda a recordar también la míaa!! Un besazo.
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